Así, desde un principio se estableció un soporte psicobiológico para las teorías acerca de la base constitucional de la conducta criminal como contraposición a las teorías metafísicas que, desde Rousseau ponen el acento en las circunstancias ambientales. Esa misma dicotomía es hoy de aplicación para el debate moderno acerca de la situación más claramente relacionada con la conducta violenta, la psicopatía. En palabras de uno de los mayores expertos en el tema, el Dr. Robert Hare:
“Muchos investigadores, clínicos y escritores usan indistintamente los términos psicópata y sociópata. Por ejemplo, en su libro El silencio de los corderos, Thomas Harris describe a Hannibal Lecter como un «sociópata puro», pero el guionista de la película prefiere llamarlo «psicópata puro». A veces, se usa el término sociopatía porque es menos probable que se confunda con psicoticismo o locura que la palabra que usamos nosotros: psicopatía.
En su libro The Blooding, Joseph Wambaugh dice de Colin Pitchfork, un violador y asesino inglés: «[…] es una lástima que el psiquiatra no usase en su informe el término «sociópata» en vez de «psicópata», porque este último provoca cierta confusión. Creo que todo el mundo que tuvo algo que ver con el caso confundió la palabra [psicópata] con «psicótico»». En muchos casos la elección del término refleja la visión del profesional de los orígenes y determinantes de este síndrome (o trastorno) clínico. Por consiguiente, algunos clínicos e investigadores, así como la mayor a de sociólogos y criminólogos, que creen que el síndrome está forjado por entero de factores sociales o experiencias infantiles prefieren el término «sociopatía», mientras que aquellos —incluido el autor—que entienden que también contribuyen elementos biológicos, psicológicos y genéticos usan el término «psicopatía». Un mismo individuo, por lo tanto, podría ser diagnosticado de sociópata por un experto y de psicópata por otro.”19
Una de las principales características de los psicópatas, tal y como los define la Hare Psychopathy Checklist en su última versión revisada (PCL-R) es su eficacia para predecir en ellos una alta probabilidad de recidiva violenta y es que la alta probabilidad de repetición20,21 del comportamiento criminal con una marcada dificultad para la reinserción social del sujeto, es inherente a la condición del criminal psicópata. Esto no ocurre de la misma forma en el caso del diagnóstico de Trastorno de Personalidad Antisocial según DSM-IV, que resulta menos predictiva de dicho riesgo22.
Por ello, la prevalencia del diagnóstico de psicopatía entre los asesinos en serie23 es muy elevada (cercana al 90%) así como la coexistencia de criterios de otros síndromes, como por ejemplo el Trastorno Sádico de la Personalidad tal y como lo define el Apéndice del DSM-III R estaría presente en más del 85$.
El asesino de Whitechapel que conocemos como “Jack The Ripper” era un psicópata varón, tal y como indican25 los testigos, que vieron a las víctimas acompañadas poco antes de los asesinatos26 y como se deduce del uso de la fuerza que tuvo que hacer el asesino para asfixiar a sus víctimas y para realizar los cortes y mutilaciones. Era, además, un hombre entre 25 y 45 años, de apariencia algo desaliñada pero correctamente vestido, según los mismos testigos y a pesar de las variaciones entre sus declaraciones. En mi opinión, de sus acciones se deduce que era un asesino organizado (al menos parcialmente), capaz de conocer las rutas y horarios de las batidas policiales, de engañar a sus víctimas para que lo llevasen a un lugar apartado y de huir después de una zona densamente vigilada, a menudo con “trofeos” extraídos de sus víctimas. Una reciente revisión del caso, ha aportado incluso un retrato robot del asesino, si bien es dudoso que hubiese datos suficientes para realizarlo por las declaraciones de los testigos27.
Demostró una evidente habilidad con el cuchillo, trabajando a oscuras y con mucha prisa; cortaba siempre los grandes vasos del cuello de sus víctimas, asegurando previamente mediante la asfixia unas mayores garantías de éxito en su tarea, la extracción del útero de Annie Chapman se realizó con un único corte de cuchillo e incluyendo el cérvix mediante la sección de la zona superior del canal vaginal, el riñón izquierdo de Eddowes fue “cuidadosamente extraído” según la autopsia, seccionando vasos hiliares y ureter, los órganos de Kelly fueron extraídos individualmente, uno por uno. Puede que fuese un matarife, un carnicero, un estudiante de medicina o incluso un cirujano; pero también puede que fuese simplemente un cazador de ciervos y que hubiese aprendido a destriparlos en el campo.
Evidentemente, resulto ser un asesino adelantado a su tiempo, la policía no disponía aún de la metodología científica y forense adecuada para poder detenerlo, si este mataba a desconocidas y no era atrapado ïn situ” o huyendo. Pero hoy sigue siendo un caso especial, sino único. Sólo asesinó a prostitutas, probablemente por la mayor facilidad para conseguir la necesaria intimidad con ellas, aunque tampoco puede descartarse un móvil diferente (desde la obsesión religiosa propuesta por el Dr. Forbes Winslow hasta el contagio venéreo mortal de la historia del Dr. Stanley28).
Del análisis del escenario, podemos concluir que dejaba a la mayoría de sus víctimas expuestas a la vista, mostrando para mayor degradación sus genitales y mutilaciones, en posiciones determinadas por el asesino. Su firma incluía la marca del asesino sexual y sádico, aunque no hubiese signos de violación pre (aunque esto último hubiese sido difícil de demostrar y diferenciar de otros clientes) ni post-mortem, ni se observó semen en el escenario. Utilizaba un gran despliegue de fuerza para obtener sensación de poder y control, mataba de forma rápida, silenciosa y eficaz y después se dedicaba a las mutilaciones, el componente principal de su firma y conocido como picquerismo, la obtención de placer sexual mediante el uso de un arma blanca (sustituto simbólico del pene) para apuñalar, cortar o mutilar. Esto es lo que le llevaba al encarnizamiento (“overkill”) cuya medida dependía del tiempo y las condiciones del asesinato. Así, Stride no sufrió mutilaciones además de ser degollada porque el asesino fue interrumpido por un vecino conduciendo su carro tirado por un pony al interior del patio escenario del crimen; frustrado el asesino en su excitación creciente y a pesar de la alarma policial de la zona, obtuvo una nueva víctima (Eddowes), a la que mutiló de forma severa el abdomen y la cara. La culminación, no obstante, se produjo con la muerte de Mary Kelly, como puede observarse en las fotos del crimen.
Esta firma es muy infrecuente, incluso cuando se compara2 con una amplia base de datos contemporánea de 3.359 casos de homicidio ocurridos en Washington entre 1981 y 1995.
La obtención de trofeos de varias de las víctimas; úteros29 -cargados probablemente de significado para el asesino y que nosotros sólo podemos intuir sin oir su propia explicación30 -riñón y corazón, le permitirían fantasear posteriormente con los asesinatos para volver a obtener una excitación, que a su vez le conduciría a matar de nuevo como el toxicómano, con “craving” y síndrome de abstinencia de su droga.
Pero, además, si consideramos auténtico el contenido de la carta “From Hell”, el destripador añadió el canibalismo a su amplia lista de aberraciones, comiéndose frito medio riñón de Eddowes, quizá tras comprobar que el útero de Annie Chapman era duro y difícil de comer. Es otra de las características del Serial Killer que hemos visto después tanto en la realidad (Andrei Chikatilo) como en la ficción (Hannibal The Cannibal) y que incluso es interpretable como un “consumo”, en la época del capitalismo31, remarcando la negación de la víctima como sujeto que pasaría a ser mercancía y el nacimiento de un nuevo “Yo”, consumidor y trasgresor, al que se le llama incluso “postmoderno”32.
Otros interesantes enfoques, incluso del antecesor del Dr. Hare en el estudio de los psicópatas, el Dr. Hervey Clekley- quién tituló su trabajo clave “La Máscara de Cordura”- es la propuesta de una personalidad escindida, oculta o extraña al sujeto, es decir, de la existencia de los siempre evasivos fenómenos disociativos. Los propios asesinos en serie nos lo han contado y, aunque ya sabemos que resultan difíciles de creer, no podemos obviar sus palabras.
“Un momento después, yo simplemente no podría decir si ya la había apuñalado o aún estaba rajando su abrigo. Yo no quería robarle su dinero ni violarla. Lo único que iba a hacer era matarla. Nada más”
David Berkowitz (El hijo de Sam).
“Una parte de mí permanecía siempre escondida”. “Había algo muy dentro de mí, algo que no podía controlar”. (Bundy lo llamaba el ente).
Ted Bundy.
No es raro, por ello que, recientemente, autores serios, muy reconocidos en el ámbito académico, hayan propuesto33 este hecho como un factor nuclear en la psicopatología de los asesinos en serie, llamando a su artículo “Fractured Identity Syndrome. A new Theory of Serial Murder.” Explican cómo, tras sufrir abusos o agresiones en la infancia, el criminal puede sufrir una fractura en su personalidad, que le sirve para defenderse, protegerse y sentirse seguro en medio de un ambiente muy adverso.
Destacan cómo un asesino en serie en prisión, que no identifican, habla de que “Rápidamente fui consciente de mi lado oscuro, la parte de mi personalidad que deseaba la destrucción de la vida humana. […]Mi bestia no aceptaría una víctima diferente a la elegida salvo que no la hubiese alimentado durante un largo periodo de tiempo”. Otro criminal múltiple declaraba; “Me desperté esa mañana sabiendo que iba a matar. Era esa sensación de hambre terrible y rabiosa que me estaba devorando vivo. Eso, mi sombra, demandaba una ofrenda.”
Evidentemente, podríamos pensar que “el otro” es sólo una forma más de evadir la responsabilidad por parte de unos asesinos muy manipuladores, pero hay datos que recoge una interesante revisión llamada “Disociación y Violencia” que demuestran que hay una mayor prevalencia de trastornos y fenómenos disociativos entre los presos más agresivos, e incluso entre los policías que han estado envueltos en situaciones muy violentas. Plantea que la disociación podría ser, inicialmente, un mecanismo adaptativo cerebral para evitar el daño emocional que podría sufrir una persona al exponerse a violencia extrema (el Síndrome de Estrés Postraumático, por ejemplo).
En algunos casos, como los asesinos en serie, podría ocurrir un cierto control o búsqueda del fenómeno disociativo durante los episodios violentos o, como planteaba Holmes, una fractura en la personalidad que les hace simular ser lo que no son, hasta que no pueden controlarlo más y dejan salir su-verdadero- ser. De esa forma, sólo las víctimas conocerían la auténtica personalidad del asesino, para quien ellas sólo tendrían sentido después de matarlas, una vez han conocido su verdadero Yo (oculto) y han recibido su “firma”.
Está demostrado que los diferentes “otros” de los pacientes con Trastornos Disociativos, escriben de forma diferente a la del host o personalidad principal del paciente; diferencias muy superiores a las del paso del tiempo en una misma persona e incluso en ocasiones, diferencias equivalentes a las que mostrarían personas distintas35. Las características de cada personalidad corresponderían a diferentes modos de escritura que, aunque puedan compartir características comunes, no corresponden a un disfraz voluntario de la escritura. En la imagen, la primera es de la personalidad original (Ruth), la segunda (Ruthie) es un “otro” maligno y la tercera (Hope) es de un “otro” protector, todos ellos coinciden en su contenido con los roles que el terapeuta conocía de la paciente, en la que existían otras cuatro personalidades más36.
Quizá, en un contexto disociativo estimulado por el órgano extraído a su última víctima, un hombre escribió en octubre de 1888 una carta terrible, desde el infierno. En ella reivindicaba su autoría criminal (durante un mes en el que no pudo dar rienda suelta a la bestia que llevaba dentro) y mediante el envío de medio riñón y la amenaza de remitir su cuchillo, demostraba que todas las demás cartas eran sólo fraudes que no merecían quitarle protagonismo.
Probablemente por su confusa identidad y aunque sí escribió la palabra “Firmado”, no fue capaz de poner ningún nombre debajo, sino sólo un desafío “Atrápame si puedes”. La firma la pondría días después, al amanecer, en una triste habitación con el número 13 dónde una chica de 25 años acababa de colgar la reproducción barata de un cuadro dedicado a una pérdida irreparable, “A Hopeless Dawn”.
1 Jack the Ripper is ‘worst Briton’ BBC History Magazine January 2005. news.bbc.co.uk/1/hi/uk/4663280.stm
2 Brittain R. The sadistic murderer. Medicine, Science and the Law 1970; 10: 198–207.
3 The Complete History of Jack the Ripper (Paperback) by Philip Sugden Carroll & Graf Publishers (January 9, 2002)
4 The Jack the Ripper Murders: A Modus Operandi and Signature Analysis of the 1888–1891 Whitechapel Murders. J. Investig. Psych. Offender Profil. 2, 2005: 1–21
5 Jack the Ripper: The Facts (Hardcover) by Paul Begg . Robson Books; Rev Ed edition (May 2004)
6 Retrato de un asesino: Jack el Destripador: Caso cerrado. Patricia Cornwell. Ediciones B, SA. 2004.
7 Jack the Ripper’s Black Magic Rituals by Ivor J. Edwards (Paperback – Oct 1, 2003)
8 Rock D, Greenberg DM and Hallmayer J. Cyclical Changes of Homicide Rates. Journal Of Interpersonal Violence, Vol. 18 No. 8, August 2003 942-955
9 Jack El Destripador: Cartas Desde El Infierno. Stewart P. Evans, Keith Skinner. Jaguar Books (January 2003)
10 From Hell. Moore Allan, Campbell Eddie. Planeta de Agostini 2001.
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12 Wright J, Hensley C. From Animal Cruelty to Serial Murder: Applying the Graduation Hipótesis. International Journal of Offender Therapy and Comparative Criminology, 47(1), 2003: 71-88.
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17 Lombroso, César. «El delito. Sus causas y remedios». Traducción de Bernaldo Quirós. Ed. Victoriano Suárez. Madrid, 1902.
18 Lara-Tapia, H. Enfoques actuales en la Psicobiología contemporánea de la conducta violenta y delictiva. Neurol Neurocir Psiquiat 2005; 38(1):28-36
19 Robert D Hare. Sin Conciencia. El inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean. Ed. Paidós 2003.
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25 Jack the Ripper A to Z. by Paul Begg, Martin Fido, Keith Skinner. Trafalgar Square Publishing; Updated edition (April 1994)
26 The Ultimate Jack the Ripper Sourcebook: An Illustrated Encyclopedia. by Stewart P. Evans, Keith Skinner. Carroll & Graf Publishers (December 10, 2001)
27 Atlantic Productions, premiered on Five on Tuesday 21st November 2006. Laura Richards And John Grieve.
28 Jack El Destripador (Recapitulacion y Veredicto). Colin Wilson y Robin Odell. Editorial Planeta (1989)
29 Balagueró Lladó, L.Aspectos antropológicos del útero y sus funciones. Toko-Gin Pract, 2002;61(3):174-183
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FUENTE:
http://www.casoabierto.com/Cronica-Negra/Cronica-Negra-Internacional/jackeldestripadorelasesinoquecambiolahistoria.html
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